E X C E L S A
Jacques Farji
Agosto 2001.
ODA CAOTICO-EMBELESADA DE TANGO
¡Ciudadanos del mundo! “Hay que aprender a enamorarse
de lo que uno hace” me refiero AL TANGO que con su cha-
muyo pegajoso, es una de esas anclas, que nos anudan, es-
pontáneamente, a los habitantes de la “República del Plata”.
¡Atención!: aquí esta el Tango en el corazón..Abran cancha
muchachos , amigos ¡ llenen sus ojos de asombro!, permitan
que sus almas se inunden de los sones del Tango que nunca
muere, y, siempre vuelve por la fuerza de sus propios valores.
Para darse, amar y ser amado, cuando llega la primavera, o
cuando estalla el verano, con la placidez del otoño, o la cru-
deza del invierno; el Tango es siempre ese eterno seductor.
A los argentinos se nos reconoce como: románticos, apasio-
nados, un poco dramáticos, prototipo empedernido del bo-
nachón, pero siempre con esa fibra melancólica que nos
golpea emocionándonos, mientras nos produce ese tem-
blor que pareciera que nos deshace, sin embargo nos suble-
miza.
Hallamos en sus letras el mensaje atrapante que entrelaza todas las vivencias, desde las mas simples a las más abacanadas y, en cada una de ellas aflora la poesía popular, bien canyengue, y, en sus melodías nos embriagamos con los efluvios de sus notas absorbentes.
Nos transportan al extasis los compases de Ponzio, Razzano, Bayardo, Filiberto y Catulo Castillo, con Canaro, Arolas y Firpo, Contursi, Fresedo, Rotulo, Nievas Blanco, Junissi, Oses y Ventura
Claro, que a veces, en las tribulaciones del cotidiano vivir, o en medio de sus avatares, aparecen nítidamente “el arlequín que salta y baila” o “el payaso orbital” que reciben todas las bofetadas. O los chicos de la calle que no conocen a sus padres verdaderos.
O la apoteosis que emana de las obras de :Discepolo, Mattos Rodriguez, Marioni, Villodo, Delfino, Marcó, Galucci, Mafia, Navarrine, o entrando al barrio para encontrarnos con: la pebeta, el forastero, la costurerita, el Circo, la madame, el deporte de los reyes, el muchacho, la percanta o el magnate
“que derrama el champagne sobre Lulú y les niega a sus obreros un cacho más de pan”.
En fin... ese ayer fundido con este hoy en acordes y letras que cuentan, cantando, pasajes peculiares de una forma de ser y sentir, todas partes de la vida misma, o simplemente de su capricho, cuando nos relata: “yo por ti, tú por otro, y, otra al fin por mí”.
Es una golondrina perdida en el cielo, o el amor no correspondido que martilla en las sienes, “berretines que tenemos con los pingos”, la fidelidad de los aficionados, en una cálida recepción, a nuestros futbolistas aunque salgan segundos, sentir en las venas, correr la pasión irrefrenable de ser como somos, morderse los labios ante la impotencia de saber que el único consuelo es llorar.
Están los que se olvidaron de “su viejita” , y... en una secuencia tras cartón los adalides del deber mezclados con quasi-delincuentes; es decir la suma de valores y negatividades que exaltan el espíritu pluralista del porteño bañado en una lírica que describe, con sencillez la poesía de vivir.
De pronto... tangos ejecutados a raudales: Recuerdo, Don Juan, La Cumparsita, o la letra que glosa:”La calle del herrero barro y Pampa” o : El Elegante, Noche de locura, El Abrojito, Cambalache, El Incendio, La Yumba, Pasional.
... y, en esas callecitas de Buenos Aires, que tienen, ese no se que,¿viste?, hay una guitarra en el ropero, y, están Estercita y Mimi junto a Manon; el Pardo Alsina, Lilian, el Ñato Flores, y la rubia Mireya, y, muy unidos: el piano, el contrabajo, el violín, y el compás del bandoneón.
Evocamos la cancha, el café, la barra de la esquina, el truco y el billar. La cita añorada con la piba de tus sueños, o la reunión ciudadana: el comité, el cumpleaños de quince, el casamiento... la salvación del pibe enfermo, o el servicio militar, todas instantáneas que tenemos imborrables en la cassette de nuestra retina joven de los recuerdos adolescentes.
Como un pellizco, entrecerrando los ojos están: el Obelisco, el Luna Park, el desaparecido Chantecler, Tango bar, Palermo, los cines Opera o el Gran Rex, el teatro Colón, el Mercado de Abasto el Parque Lezama o las Barrancas de Belgrano; postales que revivimos mentalmente, en tecnicolor, retrotraidas en un rutilante sábado por la noche.
El trafico enloquecido de la “City”, una ululante sirena, el ¡SOS! De la ambulancia haciendo esguinces entre los vehículos; el subte, el ómnibus o el colectivo, y aquel viejo tranvía, que hace años hizo su ultimo viaje hacia el recuerdo, redivivo ahora porque los domingos lleva a los chicos a pasear por el barrio de Caballito.
El misterioso encanto que envuelve las sombreadas noches del barrio de Flores; la armonía de La Boca, de sus bodegones, el Riachuelo y Quinquela Martín, o las zonas contrastantes, por un lado, las residenciales de Recoleta o del Libertador y por el otro las personalísimas, bien Jailaifes de: Almagro, Boedo o Villa Crespo.
Salvando las distancias, surge el barrio del Once con su mezcla cosmopolita de mosaico ecuménico donde tallan el Israelita, con el Arabe de San Cristóbal y ... todo mezclado como reza la letra que rememora: “y la Biblia llorando junto al calefón”.
O aquel enamorado que con llanto desgarrador impetra al buen Dios preguntándole: “Padre Nuestro si un pecado es el amor para que me has encendido, para que me has encendido, de este modo el corazón si ahora me la quitas para toda una eternidad”.
Y, remedando al vendedor ambulante que tras su promoción nos espeta: y por si todo esto fuera poco... apreciamos la nota atípica desbordante de la irrupción de los Coreanos incentivando la población de ojos rasgados; aunque todos sabemos que los pioneros que trajeron los barcos fueron: el tano, el gallego y el gringo... “todos amasados en un mismo lodo”.
Visten nuestras almas, con pasión deportiva, el Boca de Varallo, Pescia y Cherro, el River de la máquina inolvidable, los Diablos Rojos de Independiente, San Lorenzo, Huracán, Velez Sarsfield o el Racing club. Las jugadas geniales de Muñoz, Moreno, de la Mata, Erico, Martino o Pontoni, que se yo... ese espíritu tan nuestro, en cada esquina, en cada nota, de nuestra inacabable bohemia porteña.
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