jueves, 5 de marzo de 2009

"DE MAL EN PEOR"

"DE MAL EN PEOR"

(Escribir la historia de un personaje que es perseguido por alguien a
quien no ve, pero del cual sospecha, a través del siguiente recorrido: catedral-altar-campanario-escalera-tren.
El personaje cree que es perseguido por: un asesino, un fantasma, un policía, un espía, su amante, su mujer, (o su
marido) o por un animal).


Nadie podrá escapar jamas a las demarcaciones que su destino le tiene señalado, siento que de alguna
manera este principio involucra un lugar común.
Es que nos pasan tantas cosas semejantes o por lo menos afines; de ellas Aparicio memorizo la época
negra de la dictadura genocida de fines del 75 principios del 76.
Estaba huyendo de todos los fantasmas propios y ajenos de los cuales evadirse porque finalmente todos
se preguntaban porque? Cuando?; que sucedía en verdad porque todo aparecía sutilmente enmascarado, para que
aquel encuadre de urgentes reclamos sociales recibiera la figura semántica de subversión.
Pero allí estaba Aparicio, quizá no apareciera en ninguna lista, es posible que nadie lo registrara, pero
la zozobra que le acontecía lo hacia sufrir mas que si supiera que estaban tras sus pasos.
Nadie olvidara por vividos o referidos, la impunidad de la actuación de las "Fuerzas de Seguridad" en
emboscadas, allanamientos, torturas, asesinatos desde los aviones lanzando condenados, sin juicios, narcotizados al
mar…entre otras selecciones de la maldad que envilece a la condición humana.Y, la apropiacion indebida de bienes;
como soslayar el vil robo de bebes.
Es que, también, Hector y Amelia -su primo hermano y su novia- estaban desaparecidos; no controlaba
sus miedos, no había lugar para el arrepentimiento -se repetía una y otra vez: no hice nada- y, opto por entrevistarse
con un Obispo adjutor con quien se había contactado.
Lo cito en la catedral, cercano al altar, disimuladamente, con una inclinación de su cabeza el prelado
lo llevo hacia una escalera y así accedieron al campanario.
Aparicio, estaba fuera de si, el religioso lo abrazo fuertemente como transfiriéndose a El con toda su
comprensión, lo tranquilizo y le indico que dos colaboradores espirituales lo guiarían al tren, que desde Constitución
partia a Bariloche, porque era menester que saliera de este circulo que parecía acorralarlo.
Estando a una distancia, considerable, del epicentro de los hechos -aunque en rigor de verdad el país
era un solo distrito- podría ver mejor las cosas. Que no temiera porque se iba a alojar en una casa de ejercicios
espirituales, donde podría recobrar la serenidad ausente, o por lo menos intentarlo.
Así lo hizo, no cabia otra posibilidad, vivía acosado porque en cada esquina suponía que alguien lo
vigilaba, que había un policía de investigaciones, permanentemente tras sus pasos; si viajaba en un taxi, trataba de
descubrir por el espejo retrovisor si algún vehículo estaba en su persecución.
Fue ciertamente demencial, aquella situación, que todos vivimos de una u otra forma.
Después, ya sabemos, aquellos lodos trajeron los barros de la locura de la guerra de las Malvinas
hacia 1982, oprobio que borro aquello de que "nuestro pabellon no habia sido arriado al carro de ningun vencedor de la tierra";
pero fue paradójicamente el fin de la dictadura, volver a los cauces de la democracia, sentir recuperada
la dignidad de vivir en libertad; tras cartón -otro baldon- perder el patrimonio nacional y tras tantos años Aparicio se indaga:
¿qué fuerzas perversas son las que nos siguen sacudiendo para aturdirnos?
¿adónde vamos?
¿y ahora que? ¿seguiremos en un vuelo a ciegas y sin paracaídas?
¿hasta donde llegara nuestra indolencia? ¿cómo haremos para reaccionar de esta parálisis?
J . F .

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