martes, 29 de marzo de 2011

EL RELOJ BIOLOGICO

EL RELOJ BIOLOGICO La belleza es mas evidente que el genío, no necesita explicación, casi como la verdad que es irrebatible A largos años vista, aquel día en que cumplía 13, la voz de mi, Padre con queda emoción balbuceo: “¡Ya sos un hombre!, te regalo este Diario, para que escribas tus vivencias de los mejores recuerdos, esos que algún día, harán tremolar en la cassette de tu memoria sentimientos para impactarte hasta los tuétanos… ya lo verás. Ya lo verás repetía…” Quizás me sorprendiera en aquel instante, sin embargo debo haber escrito sensaciones, recuerdos, porque hoy lo abrí en el 15-01-1944, donde señalaba, el pesado calor reinante a las 20, cuando comenzó a moverse todo: arañas, muebles…en donde vivía: Colegiales, era la onda expansiva del terremoto de San Juan. Dejando páginas de lado en 1945, febrero-marzo, era carnaval, ya solo eso me atrapaba, y estaba fascinado, pensando en Elena, aquella vecina dulce, físicamente armoniosa, que exaltaba su marcada estampa sinuosa, tan etérea y angelical, con la que a menudo-entrecerrando los ojos- soñaba despierto. Así memorizo el esquicio cómo la conocí; era 1942 en que me estaba preparando, con una buena profesora, en Caballito para ingresar a la Escuela Otto Krausse, y una de esas mañanas me disponía a hacer la fila del ómnibus 63, en la esquina de Conde y Fco. Lacroze, donde había 6 personas, y la última era la seductora Elena con una correa en la mano que la unía a un hermoso perrito pequines, cuando le inquirí: --¿Esperas el ómnibus? --“¡No!” me respondió lánguida…magnetizándome; sólo entonces me coloqué delante de ella en la cola; enseguida recapacité, y volviéndome exprese: --Perdoname, qué tonto!...no ibas a subir al ómnibus con el perrito. Allí quedo la escena que jamás se borraría. Claro, todo estaba en mi diario. Como aquel baile de carnaval en el Club Social Colegiales, que estaba en la avda. Federico. Lacroze al 3.600, vereda impar, no lo puedo olvidar porque enfrente vivía la hermana de mi Madre la Tía Luisa Ratifico entonces, que fui a bailar, me complacía tanta algarabía que siempre significaron gozar de sus variables en las murgas, la serpentina, el fino papel picado y los aerosoles con que se apoderaba de mi cada carnaval. Pero lo mejor, la frutilla del postre fue que sorpresivamente me encontré allí con Elena, a quien ipso- facto invite a danzar, perdiéndonos en un tango, dos, tres, que se yo…después nos empapamos de jazz… la noche concluía, y rogaba que no se me escapara, la imaginaba angelada, con su boquita pintada detenida allí, estática para siempre, y caía en la cuenta que eso… eso era una utopia Los tiempos corren, se alejan…pero la memoria instala a fuego aquella almita afín, exquisita, delicada, de grácil cuerpecito con esos senos nacientes, unos ojos de mirar absorto, que a mis pupilas dilataban iluminando la noche, y a mi corazón lo hacía saltar como para escaparse del pecho. Nunca la podré olvidar, MI RELOJ BIOLOGICO, no deja de evocarla, dibujándola en medio del carnaval, cuando ya se hace físicamente inalcanzable. Mas tarde supe que estaba noviando con un muchacho que incursionaba con fuerza en política adversa al signo del gobierno de turno, que lo encarcelo en el frío sur, sucumbiendo allí por las torturas. A ella no la volví a ver, me entere después que había fallecido de pena. La noche de ese día nefasto, naturalmente no podía conciliar el sueño; mi Madre coleccionaba cajitas de música de tipos diversos, una de ellas, adornaba mi amplia mesita de luz, sobre ella la coronaba una bailarina, al hacerla funcionar, el aire de vals que reproducía era tenue, no podía apartar los ojos de la escena danzante en medio de mi emotiva remembranza, y claro, finalmente dormido la soñé erguida, inasible con todo sus adornos de peculiaridades inmanentes a una personalidad única. Mientras me halla en brazos de Morfeo, ella toda una Reina se escindía de la cajita invitándome con gracioso mohín a bailar en un gesto de absoluto mimetismo, la tomaba entre mis brazos y volábamos, dando vueltas y más vueltas, mientras nos besábamos sutilmente en la comisura de nuestros labios, lo que nos producía ese embelezo que concluye en el paroxismo… Es en fin la génesis, de este “dossier” donde entablo un romance con una bailarina de una cajita de música, momento en que todo mi interior tiembla mientras afloran incontenibles tantos sentimientos. Solo un sueño…hermoso…muy hermoso…nada más… …pero aún la busco…cómo enamorado impenitente…... JFA 28-03-2011