ESA “MELANGE” LLAMADA: V I V I R...
03-11-2008
JFA
“Quiero abrir una ventana
en mi alma intentando
liberarme de mi corazón que
se ha bloqueado y encerrado
en su ego de: ¿porque? ¿a mi?”
Todo es así, porque lo que nos
pasa es por estar vivos. Sólo
lo podremos entender aquí
aceptando que hay códigos y
leyes naturales inescrutables.
Siempre tratamos de que vivir sea agradable, pero a veces los diversos problemas cíclicos, la salud, o los estados variables de ánimo llegan a bloquearnos en forma inesperada.
Ahora cuando frente a la hoja del blanco papel queremos plasmarlo, el temple, no deberá estar ausente, quizás no sea acelerado, pero... hay que ayudarlo.
De pronto la memoria percibe el transito por la experiencia del teatro, como uno de los tantas alternativas que nos ofrece la cultura, y aquél “espacio vacío” donde nos movíamos con la intención de aceptar ese desafío que era: “perder el miedo a hacer el ridículo”, y donde, por carácter transitivo, aprendimos a admirar a quienes desde el escenario nos emocionan: Walter Santana, Alfredo Alcón, Julio Chaves –entre muchos otros -.
Seguramente ellos nunca anhelaron escucharse a si mismo declamando -para su ego- el parlamento del personaje encarnado, sino ciertamente transferirse al espectador con la envergadura en la que se desdoblaban para alcanzar ese sublime objetivo: el aplauso, alimento selectivo del actor vocacional.
Salvando las distancias, evocar a Miguel Ángel Amigo, un hombre cordial, sencillo, respetuoso, lleno de virtudes, perteneciente al elenco de la vida, donde abordaba –con sus quehaceres- distintos roles, había hecho teatro, pero se había iniciado en el circo.
Lo conocía desde hace 15 años, su manera de conducirse era de natural frescura y muy atildada, por sobre todo era competente en cada cosa que afrontaba, la hacia como si interpretara una gestíón
actoral. Y sabía muchas cosas: pintar, colocar cañerias de gas o electricidad, entendía de calefacción por caldera o aire acondicionado, Podía arreglar una heladera o un lavarropas, ajustar canillas, azulejar paredes o poner mosaicos a los pisos, e infinidad de actividades más.
De allí que cuando alumbró la feliz idea de reformar una casa y hacerla habitat familiar y oficina comercial no trepide en llamarlo. Era “la persona indicada” y desde noviembre del 2003 en 12/14 meses acometió la realización con un resultado ¡barbaro¡, y a 4 años vista luce esplendida.
Yo tenía hijos eran de su edad o mayores, de modo que podía comprender muy bien sus cuitas, además era muy comunicativo, y fue asimilándose a tratar de conversar con asiduidad, por cualquier motivo, café de por medio, se notaba que lo acompañaba una honda expectativa existencial; no obstante tener muchas ofertas de labores, su preocupación era el día siguiente... empezaba a temerle al “porvenir”...¿a quien no? y más en los tiempos que corren, ¿verdad?.
De modo que se brindaba a esta relación porque en los mas diversos temas; políticos, deportivos, artísticos, sociales o familiares coincidíamos confundiéndonos como amigos, por lo que si al llegar venia con rostro adusto, salía con la tranquilidad de una naciente sonrisa.
Su célula familiar era su esposa con una integración sellada entre ellos con un tierno mimetismo, y un hijo de 15 años, muy estudioso e inteligente, y tan pendiente de él, de su afecto, de su bondad.
Por eso cuando aquel infausto martes finalizó de pintar la puerta de calle y se retiró a las 14 hs, nunca avizoraría persona alguna el desenlace indeseado de esa madrugada donde su gran corazón, ante un infarto agudo de miocardio, finalizaba el último esquicio de su vida, no pudo oír el despertador de las 6 y 30 y cayo bruscamente el telón de la existencia que no tiene códigos ni admite preguntas porque no hay respuestas.
Los mayores nos han enseñado, una a una, “las máximas” esas sentencias certeras de este camino de la aventura de vivir, hay una que dice;
“el que te va ayudar o se muere o se va del país”.
Todo duele más porque la “ayuda” mayor de Miguel Ángel era su solidaridad social, su comprensión, y la buena disposición para tratar con la gente.
Su esposa dice que Miguel Ángel, era tan bueno que era “un ángel” que no podía vivir entre nosotros. Quienes crean haberlo conocido dirían que como su apellido Miguel Ángel Amigo, era un ángel y era un amigo.-
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