lunes, 9 de febrero de 2009

BAILARINA

Bailarina



Porque siento que la literatura moderna ofrece, generosa, tiempo para cuentos y anécdotas, me quiero asociar a ello.

Así es que intentaré memorizar el recuerdo de aquel relato de un niño pequeño –apenas 5 añitos- allá por 1935,


Naturalmente que comprendo que al escucharlo se les hará de tiempos remotos, si los ubicamos en función de la actualidad, pero es que la vida es tan rauda y relativa que el ayer parece hoy, si hasta nos espeja mentira. Pero recordar nos retrotrae de tantas fatigas cotidianas.


Pero veamos, era un día invernal, sin sol, lluvioso a lo que asociaba el viento, había función Vermouth (familiar) en el cine –único- daban Tarzán y a continuación King Kong.

Terminada la función, y con esas condiciones climatológicas lo posible era volver al hogar. Cenaron y paulatinamente los chicos se acostaban, los papas quedaban de sobremesa bebiendo café, conversando.

Nuestro niño dormía al lado de una ventana amplia que daba al patio trasero, protegida por alambre tejido para evitar insectos en la época estival, entretanto la habitación permanecía levemente alumbrada por una pequeña velita de noche “Le Patit” de larga duración.

El muchachito, en su cama, vivía uno tras otro los esquicios de los films de aquella tarde, y cada uno le traía variadas interpretaciones surrealistas:

Del Film de Tarzán rescataba la escena de una víbora, y justamente su frazada caprichosamente se había puesto de una manera que parecía que el ofidio estaba allí y él ni se movía para no provocar la amenazante picadura.

De la fiereza de King Kong se le asemejaba que la enorme bestia estaba aferrada al alambre tejido de la ventana que pugnaba por destrozar para acceder a atrapar a nuestro circunstancial protagonista.

No era difícil percibir que el sueño había escapado a sus infantiles pupilas, que casi aterradas permanecían abiertas sin necesidad de impedimento alguno que lo evitara.

Entonces, aquella mente, propicia a todas las fantasías comenzó a desviar el ángulo del cúmulo de sus angustias y depósito su mirada en la llamita de la vela de noche.

Momento a momento, a sus ojitos cansados, a sus temores naturales de niño pequeño y pueblerino se le iban adicionando secuencias inéditas, que no eran de ningún film o que si lo eran desde la captación tropical de una mente tierna capaz de sentir e inventar que esa llamita fugaz era de pronto una juvenil, exultante y hermosa bailarina, que ahora copaba toda la escena.

La noche que avanza, la bailarina dando vueltas y vueltas, trocose en hada buena, la vela extinguiéndose, todo el conjunto vencieron su resistencia y pudo sumirse en un profundo y reparador sueño.


JFA 10-09-2008.-

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