viernes, 26 de junio de 2009

INMANENTE COHERENCIA

INMANENTE COHERENCIA

El ser humano debe llegar a un estado de armonía que raye con la beatitud, donde claro, se reconozca a si mismo.

Por eso será que siempre digo: ¿de quien voy a escribir?. Y me respondo: de mi mismo, que es a quien creo conocer más.

Así es que estoy convencido que he sido constante a lo largo y a lo ancho de mi dilatado “camino”, con las convicciones básicas.

He sido invariable en el apego y desarrollo de lo más importante: La Familia.

Tuve una novia, después mi esposa, formando un hogar inquebrantable.

Me he solazado en mi perplejidad en la admiración por la armonía de la naturaleza y su perfección.

Me mantuve fiel a mi roja divisa deportiva cuya luz –muy opacada ahora- deviene de Avellaneda.

Abrace, en términos políticos, todos los afanes del campo nacional y popular, sin abdicar.

Podría enumerar tantas cosas, pero de las que me faltan sobresalen esa vocación de no abandonar nunca ese anhelo de aprender, donde descollan: El Teatro –con actuación- La Literatura -con escrituras diarias- La Historia Nacional y Universal –para saber donde me hallo parado- y una profunda inclinación, insobornable, para con la música Rioplatense: EL TANGO.

Recuerdo desde los 13/14 me habían encantado las orquestas típicas y sus vocalistas y entre todas ellas la de Don Carlos Di Sarli, “El Señor Del Tango”.

Me refiero a la época de inicio de los años 40 donde mis juegos juveniles: el fútbol, el rango, la bolita, el balero, ya eran superados por la música canyengue.

Jamás olvidaré que los viernes a las 20hs, El Maestro y su conjunto orquestal tocaba por L.R.1 Radio El Mundo piezas conmovedoras, y cuya emisión solo duraba media hora.

Era tan absorbente mi pasión, que me sentaba frente al receptor, apoyada mi cabeza sobre él, como si quisiera meterme adentro, y absolutista –hoy me sorprendo- no admitía, que me molestara ni el vuelo de un insecto. Me dolía perder un solo compás.

Lo demás ya no me afligía, sino que me daba placer, armábamos la mesa familiar y a cenar los manjares de la Abuela, y de Mi Madre, doble suerte, así quedé gordito.

En la pubertad no fui un gran bailarín, pero me atraía el baile, y ya de novios –desde los 14 años- íbamos, “en barra”, chicas y muchachos, a los bailes barriales, que eran en horario más temprano.

Loa Carnavales me imantaban 7-bailes-7, y frecuentaba el Club Social Villa Crespo de J.B. Justo y Camargo, allí una noche con un amigo, rubio él morocho el suscripto, nos disputamos una bella morochita que era un embeleso, él mas rápido, atacó primero, y la perdí.

Mucho después en un Taller de Medio Audiovisuales, como siempre he cultivado la amistad, la profesora me distinguió con su estima, y oportunamente, me ayudó a realizar lo que al principio seria un “Video Clip de Tango”, y no resultó corto, tiene 70’.

Todo se acomodó para que el guión, que escribí de ex profeso, me fuera grabado por el entonces Director de Radio Colonia Don Rodolfo Fortuna, una relación comercial de ese momento me acercó a él, que también era locutor y dueño de una voz muy singular. Y la profesora Lilian Morelo ensambló las imágenes ciudadanas, que ilustran los textos a los que se sumo la banda musical, seleccionada a mi gusto, y a esos efectos.

De esto ya han transcurrido 10 años, cuando la veo – y no me canso- me parece imposible que fuera el resultado de mi inspiración, sumado a todo lo demás la locución y la feliz compaginación de la directora de la cámara.

Es un sueño que hice realidad. Cuando hay constancia y vocación, poniendo la esencia interior, se puede lograr. Ya lo ven.

En otro orden de cosas, hace ya casi 5 años que vendí mi último automóvil, necesitaba fondos genuinos para reciclar mi hogar, y no trepidé en el canje.

Unos días antes, viajando, llevaba la radio encendida, ¡y zas!, suena un tango, “Zorzal”de Zarate, lo interpretaba la orquesta de Di Sarli y cantaba Roberto Rufino –con Alberto Podestá los dos mejores cantores que le conocí y escuche- de pronto me tomo una emoción tan honda-ya hacia años que había fallecido el maestro- casi lloraba y le reproche al tiempo que se nos escapara de las manos, tan rápido, como el agua.

Me rebelaba que transcurriera tan fugaz sin permitirme asirlo para que no huyese, el encanto, entonces recapacité, conformista obligado, pensé, que por lo menos la moderna técnica nos dejo los cassettes, videos y dvd, como testigos permanentes de aquellos años de oro.

Sentí y lo dije que me parecía que había que aprender a enamorarse de lo que uno hace, así espontáneamente, sobre todo si es acerca del tango que nunca muere, e inunda las almas de sus sones.

Será por eso que a los argentinos se nos reconoce como románticos, apasionados, un poco dramáticos y empedernidos bonachones, con esa fibra melancólica que al golpearnos parece que nos deshace y sin embargo nos sublimiza.
Sus letras traen mensajes atrapantes de las vivencias simples hasta las abacanadas y en cada una y en todas aflora, de sus melodías, esos efluvios que nos embriagan.

Sus compases nos transportan al éxtasis, en medio de las cotidianas tribulaciones, donde resaltan nítidamente “el arlequín que salta y baila” o el payaso orbital que recibe todas las bofetadas.

Es la apoteosis que emana de sus obras: “una historia de vida contada en 3’, involucrando al barrio, la costurerita, el circo, la madame, el deporte de los reyes, el truco, el fútbol y el billar, con el muchacho y la percanta, entretanto: “el magnate que derrama el champagne sobre Lulú y les niega a sus obreros un cacho mas de pan”.

En fin, es ese ayer fundido con este hoy entre acordes y letras, que cuentan cantando, pasajes peculiares de la vida misma, o simplemente aquél capricho:”yo por ti, tu por otro, y otra al fin por mi”.

Es una golondrina perdida en el cielo, o el amor no correspondido, que martilla en las sienes, y morderse los labios, sabiendo en su impotencia, que el único consuelo es llorar.

Están los que se olvidaron de su viejita, que merecen el reproche pluralista del porteño bañado en esa lírica de vivir que describe con sencillez la poesía de la existencia.

El misterioso encanto de las noches sombreadas de Flores, el tráfico enloquecido de “La City”, el mosaico del barrio cosmopolita del Once con el Israelita y el Árabe de San Cristobal. Y como si fuera poco los Coreános, de ojos rasgados, y los pioneros de siempre, los que bajaron de los barcos: el tano, el gallego y el gringo, “todos amasados en un mismo lodo”.

Es esa sensibilidad que nos impregna, con la que envolvemos a nuestra compañera, con temerosa ternura porque vemos en ella el pétalo de un roja rosa que ni siquiera osamos lastimar o cuando la idealizamos como una inmaculada y blanca orquídea.

Es “ese compás floreado de tango que está encendiendo en mis labios una palabra de amor”querer abrazarte y bailar y bailar...abrazando tu talle, hasta perdernos, camino de los sueños más bellos.

Otras veces, nos duele, la luna en sangre, presagiando un final, indeseado, que nos abisma en la pena de un frío y gris cristal, luchando para saber apichonarte, paloma herida, para que vuelvas a retomar la paz de vivir, amar y ser amada.

Recordar, en una plaza, aquella muchachita donosa y pícara, de cimbreante cintura, que con su boquita decía que ¡no! , mientras, con sus ojitos gritaba que ¡si!.

Se anudan las gargantas, entrelazando sentimientos, mientras entornamos el telón del corazón, ¡ah! si uno pudiera detener el cálido sol en un extremo del día, y la plateada luna en el otro, para volver a empezar.

En fin... el tango es la vida a la vuelta de una esquina, es nuestra forma de hablar, es la fábrica, es el café, la milonga, somos nosotros gritando que; “la vida es un puente de cristal, que por el va mi cariño, que lo acompañes a llegar”.

“Ser ella y él en la breve tarde que llueve”, ser centro de “un sueño tan fugaz que ni lo vivo”, animándome “al compás del corazón” en medio de una ciudad que crece a mordiscones, gritando, es un trompo, una moneda, una alcantarilla en el viejo cordón de la vereda de “Mi Buenos Aires Querido”.

Todo confluye para que el corazón vuele en brazos del tango, tremolando, erizado cuando recuerda tu exaltación, en medio de raro sortilegio, cuando exclamabas:”que jeta tenés carajo”.-

¡SALUD TANGO!
¡Tango compañero, amigo sentimental, dulzón y emotivo!.
¡SALUD TAN GO!
¡Siempre salud!.-


JFA 26-06-2009.-

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