lunes, 10 de agosto de 2009

¡QUE BARBARIDAD!

¡QUE BARBARIDAD!

A veces decimos: “mi capacidad de asombro no termina de culminar”, y es verdad pero es relativo.

-Ahora verán: jamás hubiera pensado que una foto, que inopinadamente divise en el suelo, y en un arrebato levanté, me traerían tanto sobresalto.

Haber ¿como lo recuerdo?.

--Iba caminando, tranquilamente, por el Parque Centenario, un soleado domingo de marzo, ya que semana a semana hago tal rutina.

De pronto debajo de un banco me parece ver una foto en colores, me detengo, porque me llama la atención, la levanto y la observo detenidamente. A veces los rostros atrapados por el flash parece que hablaran, o que nos quieren decir algo.

La ilustración se me hacía que me daba una mujer casi anciana, no por la edad –sino por la apariencia- como que hubiera sufrido o que lo estaba haciendo. Era morocha, sentada, sobre quien se reclinaba una mujer más joven, presuntamente su hija, no lo se de cierto, es pura intuición, lo que digo, que podría trocarse en una prima menor o una sobrina; o quizás su nuera, claro esto último hay que tomarlo con pinzas ya que se dice que suegra y nuera muy pocas veces se llevan bien.

Cuando me disponía a dejar el parque e iba cruzando distingo una mesa, a la ventana, del café de la esquina, frente al Hospital Durand y me apresuro a ocuparla, previamente había guardado cuidadosamente la fotografía; ahora ya cómodamente ubicado la vuelvo a extraer de mi bolsillo, pero cada vez la siento mas misteriosa, reitero mis ojos ávisores, mas la mirada –ahora inquieta- no me dice nada.

Pero mis sobresaltos no acabarían, faltaba colmarse. Entra una mujer, miro la foto, miro la mujer, y le veo un halo de similitud; ¡si! ya no tengo dudas.

Llega a mi vera, se abalanza sobre mi humanidad, me abraza y en un a mezcla de sollozos y emoción contenida me llama Papa...Papa... ahora sus ojos están bañados en lágrimas.

No se que hacer. La invito a sentarse para tranquilizarla. Le ofrezco un café para que se recupere...un vaso de agua... ya no sabía que hacer.

Pero...la sorpresa sería tremendamente mayor, porque ipsofacto entran dos enfermeros robustos, la toman a la mujer entre ambos y la conducen a una ambulancia que los aguardaba en la puerta del Café, se enciende la sirena y mientras su ulular comienza a alejarse, diviso que en el vehículo reza: “Hospital Borda” .

03-08-09 jfa

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