viernes, 13 de agosto de 2010

EL MIEDO DE LOS VALIENTES

EL MIEDO DE LOS VALIENTES

Estaba sentado en el amplio hall del loft reciclado que ocupo desde hace 6 años, frente mío un doble espejo biselado, que de alguna manera, me hacia recordar, como en un film pasajes de mi vida; entretanto en la diestra un vaso de whisky en las rocas, y pensaba…

…era, nada menos, que la aventura transcurrida de mi vida, donde evocaba, el feliz transito por las aulas primarias –el guardapolvo blanco, el moño azul- el cielo pueblerino, tan diáfano, surcado por los vuelos raudos de las aves.

Luego Buenos Aires, la urbe inmensa que te atrapa con sus veredas rápidas y sus cordones y alcantarillas que te muestran una gran ciudad creciendo a mordiscones; y entrando a la pubertad ese crítico instante en que desborda el primer amor, sentir que te hierve la sangre y querer llevarte todo por delante. ¡Que momento!

Siempre el condimento preciso del sabio consejo de mi padre monitoreando el camino, hasta el momento en que se acerca el anhelo de emanciparme comercialmente con mi titulo de Técnico Químico y alguna faena extra, porque golpeaba fuertemente el corazón frente al Registro Civil… y firmé muy joven.

A los seis meses reaccione al primer miedo, frente a la responsabilidad del hogar constituido, que amenazaba con naufragar porque me obnubilaba el compromiso asumido, previendo entonces, que me faltaban rudimentos, sin embargo de cara a la verdad los supere airosamente para poder frecuentarme con los triunfadores.

Después, que les voy a contar de después… cuando llego la prole, todo fue felicidad y esfuerzo, claro, para cimentar el hogar y por cierto los espectros de acción se ampliaron, los chicos crecían, estudiaron, fueron profesionales universitarios, ley de vida siguieron sus caminos bajo nuestra cariñosa cercanía.

Creíamos tener todo controlado, pero…siempre hay un pero, cuando finalmente deberíamos estar tranquilos, avizorando el futuro amparado en la utopia esperanzadora, nos topamos con la realidad de nuestros ancianos padres, que dependen en su condición de “clase pasiva” de magros emolumentos a todas luces insuficientes.

Todo este panorama en medio de una sociedad que lucha y no se detiene, que obviamente apunta a superarse, pero se olvida de los “amados abuelos”, transformados así, en una entelequia, que los condena a una caprichosa, supina y canallesca omisión inhumana que los sume en la angustia.

El miedo nos campea otra vez porque ellos se sientan naturalmente lastimados, cada uno de los cercanos por los lazos familiares y el afecto los vamos a sostener…pero no es justo que ellos decaigan en su auto estima, por un Estado que declama y no los cumplimenta debidamente, haciéndolos cautivos, enclaustrados en su impotencia, hacia su destino inexorable con el recurrente miedo y su invariable dignidad

JFA 12-08-2010

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